¿Qué nombre tiene la felicidad?

Resiliencia

Aquí empiezo una serie de posts sobre “palabras” o conceptos que me han ayudado en los últimos años y con las que he diseñado las tote bags de Factoría Mágica.
He dedicado un rincón para las mamás, porque muchas veces necesitamos apoyo y el mejor sitio para encontrarlo es dentro de nosotras mismas.

Hoy toca una palabra que habla mucho de felicidad. ¿Cuál es?

“El hombre que hace que todo lo que lleve a la felicidad dependa de él mismo, ya no de los demás, ha adoptado el mejor plan para vivir feliz”. Platón

Nos han vendido que ser felices es un estado de ánimo ideal en el que nunca te pasan cosas malas, no tienes ningún problema, la vida es maravillosa y te sientes plenamente satisfecha. Esto es irreal. La vida está llena de baches, obstáculos, retos, problemas, contradicciones y muchas situaciones injustas.

La felicidad tiene un nombre y es RESILIENCIA.

La felicidad no significa que nunca nos han hecho daño, si no que aquello que nos hizo daño no controla nuestra vida.

La resiliencia es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para superarse y salir reforzada. Es tolerar las frustraciones y aprender a soportar situaciones adversas.
Entender que los problemas, injusticias y fracasos forman parte de la vida, aprender de ellos, levantarse y seguir con una sonrisa.

El aprendizaje más importante de la vida se encuentra en los fracasos. Superarlos y seguir adelante con buena actitud y optimismo, sabiendo que todo pasa te hará crecer como persona.

No importa cómo te despiertes, levántate, arréglate y brilla.

Una persona resiliente comprende que es responsable de su alegría y su destino.
La fuerza del resiliente reside en su capacidad de no alimentar pensamientos negativos ni la maldad durante las experiencias dolorosas.

Un buen ejercicio es tomar como modelo a personas que son un ejemplo de resiliencia. Personas que han sufrido experiencias duras (un accidente grave, enfermedad, una muerte) y han conseguido superarlas con una sonrisa.

Buda nos dejó una idea que da mucho que pensar: el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional.
La resiliencia nos habla de la capacidad de sacar fuerzas y aprendizaje de una experiencia traumática. Nos dice que ningún daño es irreversible. Que alguien que ha sufrido una infancia difícil, puede crecer como persona y ser un adulto sano y capaz de tener una vida satisfactoria.

La resiliencia es el arte de metamorfosear el dolor para dotarlo de sentido, es la capacidad de ser feliz incluso cuando tienes heridas en el alma” Cyrulnik

Las 10 características de la resiliencia:
1. AUTOESTIMA. Lo más importante.
2. AUTOCUIDADO. Dedica un rato para ti todos los días, para cuidarte o disfrutar de algo que te guste.
3. MIRAR HACIA DENTRO. Párate a pensar 10 minutos al final del día. ¿Cómo te sientes? Hazte preguntas y responde honestamente.
4. DESAPEGO. Mantén distancia emocional de los problemas.
5. RELACIONARSE. Establece lazos afectivos y de amistad.
6. RETOS. Disfruta superando metas.
7. HUMOR. Pon una nota de humor a los problemas
8. CREATIVIDAD. Ejercita actividades que desarrollen tu creatividad: pinta, escribe, inventa…
9. MORALIDAD. Adquiere capacidad de comprometerse con unos valores
10. PENSAMIENTO CRÍTICO. Analiza las causas y responsabilidades de las vivencias, enfrentarte a ellas y busca soluciones.

¿Cómo transmitir esto a nuestros hijos e hijas?
Muchas veces sus frases favoritas son: “todo lo malo me pasa a mi”, “¿por qué tengo que hacer esto?, me aburro…

Para que nuestros peques aprendan a ser resilientes podemos enseñarles a:
1. HACER AMIGOS. Organiza encuentros con otros padres para que se relacionen varios niños. Tener amigos les hace sentir seguros
2. AYUDAR A LOS DEMÁS. Si se siente ayudado por su familia, también ayudará a los demás
3. SEGUIR RUTINAS. Aportan calma, seguridad y confianza
4. APRENDER A CUIDARSE. Adquirir buenos hábitos alimenticios y de higiene
5. MEJORAR EL DESCANSO. Dormir las horas necesarias ayuda a ver las cosas con optimismo, resolver los problemas resulta más sencillo.
6. Contemplar las dificultades como RETOS.
7. CONFIAR EN UN CÍRCULO PROTECTOR. La familia conforma un estímulo afectivo muy importante. El amor cura, la clave está en los afectos, el contacto humano y la empatía.



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